Cuando paseemos por la Puerta del Sol, la calle Montera o la plaza de Celenque, descubriremos una nube de chalecos amarillos con las palabras “compro oro” impresas y multitud de tiendas en las que comprar o vender este metal noble de color amarillo brillante. Pero pocos madrileños saben la relación que hay entre el oro y la algarroba, legumbre también conocida como Ceratonia siliqua.
Cuernos, jarabes y momias
La palabra que designa al género, Ceratonia, deriva de la griega Keras (cuerno), ya que la apariencia, la forma y la consistencia del fruto recuerdan a un cuerno. Vulgarmente se conoce al árbol con los nombres de garrofero, garrofer, garrover o incluso pan de San Juan porque según la tradición San Juan Bautista se alimentó de pulpa de algarroba, miel y langosta durante su permanencia en el desierto.
La algarroba es una legumbre que ha sido utilizada por el hombre desde hace siglos, extendiéndose su cultivo por toda la cuenca mediterránea. De Egipto pasó a Grecia y de allí a Italia. Los fenicios y los árabes la difundieron a lo largo de la costa del norte de África desde donde llegó a España, país que ha utilizado sus semillas para obtener harina para el ganado y sus vainas para elaborar aguardientes, jarabes y emplastos medicinales. De la pulpa de su vaina también se sacaba una goma que era utilizada en el apresto de los vestidos, siendo este producto el usado para dar consistencia y tersura a las vendas con las que se recubrían las momias egipcias y así, tales tejidos han resistido la acción del tiempo.
Quilates y semillas
Pero si existe una característica que hace único en el reino vegetal al algarrobo es la uniformidad de sus semillas, las llamadas algarrobas (keration), que al tener todas un peso muy similar, cercano a los 0,2 gramos, se utilizaron como la primera unidad o patrón para medir el peso de las gemas y piedras preciosas. Un ketarion de diamante equivalía a una algarroba, de donde tomó el nombre la medida.
El sistema fue posteriormente adoptado por los romanos que llegaron a tomarlo como referencia para la introducción a principios del siglo IV del “solidus”, una moneda de oro puro con un peso equivalente a 24 keration ó 24 semillas de algarroba. Antiguamente una moneda valía tanto como el oro de la que estaba compuesta, y dado que éste podía ser fácilmente adulterado mezclándolo con otros metales menos valiosos, la forma más adecuada de asegurar la calidad del mismo era pesar las monedas y comprobar que el peso era el adecuado. Un “solidus” con un 100% de oro puro debía pesar 24 semillas de algarroba.
La semilla de algarrobo siguió usándose en época árabe como unidad de peso pero ellos la llamaban Qirat, de donde pasó al castellano como quilate, por eso cuando decimos que una pieza de oro puro es de 24 quilates es que tiene el peso de 24 algarrobas, mientras que si la pureza es del 50% hablamos de oro de 12 quilates, y si decimos oro de 18 quilates, muy común en joyería, es que tiene 18 partes de oro y seis de otros metales, sumando en total 24, que indica el 100% de pureza. Aunque muy puro, el oro de 24 quilates es demasiado blando para usarlo como piezas de adorno o decoración.
Podemos asegurar por tanto que el Algarrobo vale su peso en oro y esta historia la podemos tener presente cuando veamos ese cartel donde se lee “compro oro”.
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Desde luego que a partir de ahora, cuando vea algún cartel de «compro oro» me acordaré de todo lo que he aprendido en este artículo. Muy interesante.