Madrid Curioso — 12 junio, 2015 at 5:08

Matar el gusanillo

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Pocos saben que aquí, en Madrid, hace poco más de cien años, en tiempos de nuestros bisabuelos, la muerte se posaba en lugares tan populares como la Puerta del Sol o la Plaza de Ópera, provocando el pánico entre los madrileños que huían a los campos y montes dejando abandonados, en muchas ocasiones, hasta a sus propios seres queridos. El nombre de esta asesina era “epidemia”, su apellido “cólera”, y el organismo responsable una bacteria llamada “Vibrio Cholerae” que llegaba al hombre de forma indirecta a través del agua contaminada o de las frutas y verduras mal lavadas.

Madrid sufrió durante el siglo XIX cuatro grandes epidemias de cólera durante los años 1833-34, 1855, 1865 y 1885 y, como los madrileños desconocían lo que eran los bacilos, las bacterias o los microbios, para no contagiarse usaban como métodos profilácticos los sistemas más variados e ineficaces que se puedan imaginar: había quien prefería el humo de carbón de leña, los bebedores, el aguardiente, el vino e incluso los baños de orujo, los gastrónomos la nuez moscada o el pimentón y los más raritos los polvos de víbora. También existían en el mercado productos milagrosos que las casas comerciales tildaban de “infalibles contra el cólera”: las fajas, las colonias anticoléricas, la carne de membrillo anticolérica e incluso unos cigarros balsámicos que eran mano de santo.

Los que habían estado en nuestras posesiones de ultramar, como Filipinas, tenían por costumbre usar trozos de coral porque se creía que antes de llegar una epidemia el coral cambiaba de color avisando del peligro inminente. El cólera se manifestaba de forma brusca e inesperada, y el enfermo empezaba a sufrir fuertes diarreas acuosas con olor fétido, gran dolor abdominal, vómitos y entumecimiento de piernas, moría no tanto por la enfermedad en sí sino por la deshidratación que conllevaba.

Matar el gusanillo

gusanilloSi los madrileños usaban curiosos remedios para combatir la enfermedad, las normas que el Estado proponía para no contraer el cólera eran igualmente sorprendentes, aconsejando a los ciudadanos “que se levantasen muy abrigados, desayunaran inmediatamente y no salieran a la calle en ayunas, siendo el desayuno más eficaz un buen chocolate, un vaso de agua y leche templada azucarada”. Desde antiguo estaba muy extendida la creencia de que el hombre, si quería tener salud, no debía permanecer mucho tiempo en ayunas, incluso médicos tan prestigiosos como Pasteur se refirieron a los perniciosos efectos de unos curiosos parásitos que habitan en la saliva, llegando a afirmar en 1880 ante los miembros de la Academia de Medicina de París que un hombre en ayunas debería figurar entre los animales venenosos porque en la saliva de los humanos que todavía no habían desayunado se alojaba un parásito mortal que moría tan pronto como se tomaba algo de alimento.

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Cazalla El Clavel

Los castizos que por su economía no tenían a mano una taza de chocolate ni una barrita de pan con aceite que acompañara a un vaso de leche azucarada, preferían empezar el día con algo más barato: el aguardiente. En las tascas madrileñas se servían unas copas no muy grandes de cristal grueso que contenían un aguardiente seco, recio, de alto grado y sobrio aroma que recibía su nombre de las zonas de procedencia como Ojén, Cazalla o Chinchón. Los mañaneros parroquianos apuraban de un único trago sus rebosantes copas aguardentosas en la idea de que con este líquido iban a “matar al gusanillo” que se creía vivía en el estómago y que no era tanto un bichito sino el reflejo del hambre que movía sus tripas. Este potente aguardiente que se consideraba el heredero del desayuno que en los bodegones de puntapié se hacía en el Siglo de Oro a base de aguardiente y unos trozos de letuario, naranja amarga cocida en miel y agua azucarada, era tan contundente que parecía elaborado para la boca de los picadores de toros, utilizando muchas marcas el nombre de toreros famosos, como el anís Bombita o el anís Machaquito, aunque muchos preferían llamarlo simplemente “matagusanos” y los madrileños con más coña el “suave”.

Esta tradición cazallera, que todavía podemos ver en bastantes bares españoles a tempranas horas de la mañana, no era costumbre únicamente hispana. Se cuenta que en 1519 falleció de repente la mujer de un importante magistrado de París, creyendo que la muerte la había producido un gusano que la había perforado el corazón. Para comprobar la fortaleza de los gusanos, sobre uno de ellos se aplicó un trozo de miga de pan empapado en vino muriendo el bichito inmediatamente, de donde sacaron la muy científica conclusión que para matar al gusano que teníamos en el estómago era conveniente tomar por las mañanas pan y vino.

Aqua ardentis

El consumo del “aqua ardentis” o “aguardiente” era tan popular que la Real Hacienda trató de monopolizar su venta a través de estancos, como con el del tabaco y los naipes, interviniendo su comercialización desde 1632 hasta el siglo XIX.

La Tabacalera
La Tabacalera

En Madrid el Estanco del Aguardiente se encontraba en el número 4 de la calle Valverde, edificio que Godoy cedió en 1793 a la Real Academia Española para que tuviera allí su sede. Tras su marcha de la calle Valverde y, ante la necesidad que tenía el Estado de crear un espacio donde alojar los productos estancados, la fábrica de aguardientes, naipes y papel sellado se situará en un enorme edificio construido entre 1781 y 1792 por el arquitecto Manuel Ballina en la calle Embajadores. Poco tiempo permanecerán aquí los aguardientes porque el Estado va a conceder a la Condesa de Chinchón los derechos de su elaboración y en 1809 José Bonaparte ordenó que el edificio de la calle Embajadores pasara a albergar la Real Fábrica de Tabacos.

Post redactado por Antonio Balduque Álvarez para Espacio Madrid.

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Historiador y apasionado de Madrid, Antonio Balduque ha escrito varios libros sobre la villa y corte madrileña, actualmente se dedica a realizar tours turísticos por Madrid como guía experimentado, mostrando la ciudad como nunca antes la habías visto. Puedes visitar www.curiomadrid.com y realizar un recorrido con él, podrás disfrutar de Madrid de una forma diferente. Puedes contactarle en su mail: antoniobalduque@gmail.com.

4 Comentarios

  1. Es cierto y sorprendente como ha evolucionado la medicina para nuestra suerte. Y como las costumbres permanecen a lo largo de los años, sobre todo en las personas de más edad que aún se toman su lingotazo de aguardiente mañanero ante el estupor de los más jóvenes.

    • Espacio Madrid

      jajaja tienes toda la razón Pablo.
      Hemos evolucionado en algunas cosas y en otras seguimos manteniendo constumbres. 😉

      Gracias por comentar y nos alegramos de que te haya gustado el post.

      Un abrazo

  2. Jaja que estudios cientificos tan basicos había entonces, cuanta gente se moría por un catarro o una fiebre…

    • Espacio Madrid

      😉

      Contentos de que te haya gustado y sorprendido este post de #MadridCurioso.
      Te animamos a seguir leyendo esta sección de Antonio Balduque.

      Un saludo

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