Madrid Curioso, Rincones — 10 octubre, 2016 at 8:20

Las mejores esculturas del Parque del Retiro en Madrid

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El Retiro siempre ha sido un lugar propicio para la mejor escultura en Madrid. Desde los tiempos en que fue segunda residencia habitual de Felipe IV y sus sucesores hasta principios del siglo XX cuando pasó a ser parque público y sirvió para ornar los paseos ajardinados y a la vez honrar a personajes ilustres de aquella época. Hoy haremos un breve recorrido por algunas esculturas interesantes que aún decoran nuestro parque predilecto.

EL LEÓN DE NEMEA Y LA HIDRA DE LERNA

Empezaremos con dos estatuas de pequeño tamaño, no llegan a un metro de altura, pero de una calidad artística indiscutible. Se trata de dos de los trabajos de Hércules: el León de Nemea y la Hidra de Lerna. Son posiblemente las estatuas más antiguas del parque ya que están fechadas en torno a 1650, aunque no fueron realizadas para el Retiro sino para el Antiguo Alcázar (como consta en el Archivo General de Palacio) y con el tiempo fueron a parar aquí, tras haber estado en los jardines de Cecilio Rodríguez.

La Hidra de Lerna

La primera representa el combate con el León de Nemea, con una piel no penetrable por ningún elemento humano y que fue vencido por el héroe tras ahogarle con sus propios brazos y romper la piel del león con las garras del mismo animal, tras lo que se hizo una capa con ella. La segunda trata la lucha con la Hidra de Lerna, bestia con siete cabezas que expulsaban fuego y se regeneraban tras ser cortadas; solo con la ayuda de su sobrino Yolao, que cauterizaba las heridas de las cabezas mientras Hércules les daba tajos con su espada consiguió vencerla. Las dos son de mármol italiano, con una exquisita factura en estilo barroco, que transmiten fuerza, abigarramiento y dramatismo a las obras.

EL ÁNGEL CAÍDO DE RICARDO BELVER

Continuamos con una de las estatuas más conocidas y curiosas de Madrid: el Monumento al Ángel Caído. Para comenzar, se encuentra en el mismo terreno donde estaba la Ermita de San Antonio, una de las once que llegó a haber en el Retiro. Después, a este mismo lugar llegaban los límites de la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, fundada por Carlos III. Y desde 1885 se encuentra aquí esta estatua dedicada al demonio, siendo extraño que Madrid sea la única ciudad europea con un monumento público dedicada al Diablo, y, además tiene otras dos: una en Chamberí y otra en un tejado enfrente del mercado de San Miguel.

Monumento al Ángel Caído
Monumento al Ángel Caído

Todo se remonta a 1878 cuando Ricardo Belver, becado en Roma por la Academia de Bellas Artes de San Fernando, realiza una obra en escayola similar a la actual y de tanta categoría que la presenta a varios concursos internacionales con muy buenos resultados. Tanto es así, que la propia Academia pide una copia en mármol para su sede en Madrid, donde aún puede observarse en el vestíbulo de la primera planta. Y gusta tanto en Madrid que hasta el Rey Alfonso XII queda maravillado con ella y manda hacer otra copia en bronce, costeada de su propia mano, para regalársela al pueblo de Madrid. Pero, con dos condiciones: que esté en un lugar público para que todo el mundo pueda disfrutarla y que se encargue un pedestal de una categoría similar a la propia escultura. Se elige una rotonda del Retiro y a Francisco Jareño (arquitecto de la Biblioteca Nacional) para realizar el pedestal. Curiosamente el Rey que la pagó no pudo inaugurarla, ya que murió de tuberculosis unos meses antes y fue su viuda María Cristina quien lo hizo.

Sobre la calidad artística de la obra habría mucho que decir, desde la expresividad del rostro aterrorizado, hasta la postura forzada de la figura y las serpientes que se le enredan en brazos y piernas como símbolo de dolor y remordimiento. Se inspiró el autor en dos grandes obras: la escultura clásica de “El Laoconte con sus hijos” y el libro de “Los Paraísos Perdidos” de Stuart Milton. No debemos olvidar tampoco los mascarones de bestias de su base, que cumplen perfectamente su labor terrorífica, y los lagartos que entre sus garras sujetan. Y como anécdotas sobre este monumento recordar que la fundidora “Thiebaut fils”, francesa, puso a modo de juego tres seises (666) escondidos en la superficie de la escultura, muy difíciles de encontrar. Y, además, que el monumento se encuentra exactamente a 666 metros sobre el nivel del mar. ¿Casualidad o no?

BENITO PÉREZ GALDÓS DE VICTORIO MACHO

Y la última escultura de la que hablaremos hoy es no menos interesante; se trata del monumento a Benito Pérez Galdós realizada por Victorio Macho (el autor del Cristo del Otero en Palencia, nuestro Corcovado en versión reducida). Galdós fue sin duda el mejor literato de su tiempo y uno de los mejores novelistas de la historia, y, por eso, con total merecimiento, se le representa en una especie de trono. La escultura fue inaugurada el 20 de Enero de 1919 y Galdós murió el 4 de Enero de 1920. Se sabe que pasó los últimos años de su vida inválido de cintura hacia abajo (por eso se le representa con una manta cubriéndole las piernas) y totalmente ciego (por eso tiene los ojos cerrados a pesar de estar vivo aun cuando se le retrata).

A eso hay que sumar que estaba en la más absoluta de las pobrezas y prueba de ello son las suscripciones populares que hubo que hacer para costear sus gastos en sus años postreros y que su sobrino tuviera que alojarle en su casa porque no tenía donde caerse muerto. Así acabó uno de nuestros mejores escritores, por su afán derrochador (pasaba no menos de tres meses todos los veranos viajando por Europa con todo lujo), por su espíritu dadivoso (daba limosna a todo aquel que se lo pedía) y por el primer pleito de derechos de autor en España (que ganó, pero que le costó su fortuna y algo más).

Monumento a Benito Pérez Galdós
Monumento a Benito Pérez Galdós

La estatua está realizada en un estilo figurativo, sin demasiado detallismo y con un aspecto desbastado o inacabado. Pero es interesante ver como ese trono sobre el que se asienta el literato está formado por dos leones al estilo mesopotámico, que sujetan en sus bocas una guirnalda que recorre su respaldo. Debajo, en letras incisas: “Ars, Natura, Veritas”, en relación a los elementos básicos de su composición literaria. Y en el pedestal de granito: “Galdós” en el frente, atrás “Teatro” y en los laterales “Novelas Contemporáneas” y “Episodios Nacionales”.

Pero aún queda más. La inauguración del monumento tiene dos momentos muy curiosos. Ya hemos dicho que Galdós vivía con su sobrino, en el Paseo de Areneros 36, esto es, la actual Alberto Aguilera a la altura del Corte Inglés de Princesa. He aquí que como estaba inválido, la comitiva salió varias horas antes y su sobrino decidió quedarse y salir más tarde. Tan tarde salió que ya iba apurado, y todos los invitados ya habían entrado al parque, que en ese momento era semi-público (aún se restringía el acceso). Fue tan deprisa y nervioso que no llevó la invitación correspondiente y se alteró tanto que no acertaba a decir ni su propio nombre. Los guardias le requerían: “Pero, ¿quién es usted?”. Y él, al fin, acertó a balbucear: “Soy… soy… ¡Soy el sobrino de la Estatua!”.

Por otro lado, cuando ya se inauguró el monumento, se descubrió la tela y todo el mundo aplaudió y parece que gustó mucho la obra. Entonces, su escultor, Victorio Macho, se acercó a Galdós y le preguntó: “Señor, ¿qué le parece el monumento? ¿le parece bonita la estatua?” A lo que él respondió: “Ni bonita ni fea… no la veo, hijo”. Por ello, a alguien se le ocurrió coger en parihuelas al literato para acercarle al rostro pétreo y que pudiera palpar con sus propias manos el mismo. En ese momento le volvieron a preguntar que qué le parecía la estatua, y él no dijo nada. Solo lloró de la emoción al verse reconocido de esa manera.

Con esto concluimos por hoy el artículo, que esperamos os haya resultado interesante. Continuaremos divulgando nuestra historia y patrimonio desde esta humilde tribuna.

Post redactado por Álvaro Llorente para Espacio Madrid.
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