Madrid Curioso, Rincones — 28 febrero, 2017 at 12:44

Historias y Leyendas de las Puertas de las murallas de Madrid

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Como vimos en un artículo anterior, Madrid tuvo una serie de recintos amurallados que fueron ampliándose con el tiempo y sustituyéndose por otros según aumentaba la población y el terreno habitado: la muralla árabe de finales del siglo IX, las murallas cristianas de los siglos XII al XV y las cercas de Felipe II, III y IV. Hoy nos toca hablar sobre alguna de las puertas más famosas que tuvieron y las curiosidades que las rodean.

Muralla musulmana en la Cuesta de la Vega
Muralla musulmana en la Cuesta de la Vega

LA PUERTA DE VALNADÚ

Esta puerta pertenecía a la muralla musulmana y según unas fuentes se encontraba en la esquina de la Calle Carlos III con la Plaza de Oriente (entre la Botillería del Café de Oriente y el Teatro Real) y según otras en la confluencia de las calles Carlos III, Vergara y Unión (donde aparece un letrero al respecto).

Sea como fuere, el nombre se traduce del árabe antiguo como Puerta de los Demonios. Pero no se debe a ninguna presencia maligna por lo que parece, sino a que daba hacia la parte más norteña del Madrid de entonces y estaba abierta a los vientos fríos de la Sierra; y por tanto, hacia “un frio de mil demonios”.

LA PUERTA CERRADA

En donde actualmente está la confluencia de las calles Segovia, Nuncio, Cava Baja, Cuchilleros, Latoneros, San Justo y Gómez de Mora, en su tiempo se encontraba la “Puerta Cerrada”, una de las puertas de la primitiva muralla cristiana, también apodada “Puerta de la Culebra” o “Puerta de la Sierpe”. Empezaremos por esto último.

Plaza Puerta Cerrada
Plaza Puerta Cerrada

Cuando la puerta y bastantes lienzos de la muralla fueron derribados allá por 1630 (debido a su innecesaria función por la construcción de la cerca de Felipe IV), un antiguo historiador, Jerónimo de la Quintana, estaba allí. Y como testigo excepcional de tal hecho, señaló y documentó por donde iba la muralla e incluso dibujó la dicha puerta lo mejor que supo y pudo. Por encima del arco de acceso representó una especie de lagarto que es el origen del nombre antes citado.

Plaza Puerta Cerrada
Plaza Puerta Cerrada

No obstante, aquello quedó olvidado en los archivos municipales hasta que un día en torno a 1750, un archivero de la Villa, muy aficionado a la heráldica, dijo que aquello era un dragón, y ni más ni menos que el símbolo heráldico del Rey Epaminondas de Grecia, del siglo IV a.C. Muy aficionado a la historia, fue atando cabos hasta concluir que este Rey Heleno se levantó una buena mañana, vino a Madrid, fundó la ciudad, construyó sus murallas, dejó su escudo en ellos (un dragón) y se marchó a Grecia nuevamente.

Esto que parece una chorrada fue tomado muy en serio durante varios siglos, y prueba de ello es que formó parte del escudo de Madrid desde aquella época hasta 1970, momento en el cual un pleno del Ayuntamiento dejó el Oso (u Osa) y el Madroño como únicos emblemas de la ciudad.

escudo

Lo de la puerta cerrada es bastante más sencillo. Como casi toda construcción en aquella época, estas murallas fueron realizadas muy probablemente por alarifes (arquitectos musulmanes) y su estructura imitaba las musulmanas: entrada en recodo y muy estrechas y reducidas, para complicar la conquista. Pero a su vez, su disposición complicaba el paso con carros, y si a esto se suma la oscuridad de la que gozaba, entendemos que fuera un lugar propicio para los robos y otros delitos. Así pues, las autoridades se veían obligadas a tenerla cerrada la mayor parte del año y solo se abría en contadas ocasiones.

Como presumía a principios del siglo XV el famoso viajero Ruy González de Clavijo ante la Corte del Gran Khan: “vosotros tendréis mucho lujo y riquezas, pero los madrileños somos tan chulos que entramos a nuestra ciudad por una Puerta Cerrada”.

LA PUERTA DE LOS MOROS

Plaza de Puerta de Moros
Plaza de Puerta de Moros

puerta-de-morosDe esta misma muralla cristiana era la Puerta de Moros, que actualmente se encontraría en la plaza de su mismo nombre, junto a la Iglesia de San Andrés. Como su propio nombre indica, esta puerta solo era utilizada por los “moros” (musulmanes) y estos solo podían entrar y salir de la ciudad por esta puerta. Su emplazamiento se debe a que fuera de la muralla se encontraba el Barrio de la Morería (desde las Vistillas hasta la Plaza de la Cebada). Y que se establecieran allí no fue por capricho ni mucho menos.

Deriva de cuando los musulmanes fundaron la ciudad y mandaron a los cristianos lo más lejos posible (al otro lado del Arroyo de San Pedro, actual Calle Segovia). Sumemos a esto la complicación de la no existencia del Viaducto de la Calle Bailén y la necesidad de descender y ascender un tremendo terraplén. Cuando los cristianos reconquistaron la ciudad, hicieron a su vez lo mismo: mandar a los moros al otro lado del Arroyo.

LA PUERTA DEL SOL

El último recinto defensivo medieval de Madrid, construido en el siglo XV, pasaba por la actual Puerta del Sol, y de hecho su nombre ya nos indica que aquí se situaba una de las puertas de esta muralla. Algunos dicen que la denominación hace referencia a que dicha puerta estaba decorada con un gran sol refulgente; otros dicen que se debe a que estaba orientada al Sur y por tanto recibía los rayos solares durante todo el día.

Puerta del Sol
Puerta del Sol

Pero otras fuentes cuentan algo más curioso. En 1519 el Rey Carlos I se marchó a Alemania para tratar de ser Emperador, para lo cual necesitó grandes impuestos cobrados a los nobles castellanos. A esto hay que añadirle el cambio de leyes que impuso sobre los reinos hispánicos y la colocación de nobles flamencos en los principales órganos de gobierno. Esto llevó al levantamiento de casi todas las ciudades de Castilla en lo que se llamó la Revuelta de los Comuneros, y Madrid fue una de ellas.

Calle de Carretas
Calle Carretas

Aquí hubo dos puntos importantes de los sublevados: el antiguo Alcázar y un fortín situado en la Puerta del Sol. Y parece ser que es este fortín el que tuvo la famosa puerta con un Sol dibujado. Cuando Carlos I, ya coronado Emperador como Carlos V, regresó con sus tropas a España en 1521, empezó a recuperar todas sus ciudades.

En Madrid, las tropas imperiales de Carlos V entraron a la ciudad desde la que actualmente es la Plaza de Jacinto Benavente y tras atravesar la Calle Carretas (llamada así por los carros y carretas que pusieron como parapeto los comuneros), llegaron al fortín de la Puerta del Sol, que cayó tras el asedio. Lo único que se conservó, durante bastante tiempo, fue la famosa puerta, que dio nombre a nuestra plaza más emblemática.

EL ARCO DE SANTA MARIA

Y dejamos para el final uno de los arcos con más historia. También perteneciente a las primeras murallas musulmanas era el Arco de Santa María, que se encontraría casi al final de la Calle Mayor, más o menos entre Capitanía General y el Instituto de Cultura Italiano. Recibe su nombre de la cercanía con la antigua iglesia de Santa María de la Almudena (cuyos restos pueden verse a través de una cristalera en el suelo), que como bien se sabe fue mezquita en tiempos de la dominación árabe. Pues bien, en el siglo XVI, y tras varias reformas y sustituciones, este Arco era uno de los más bellos y ornamentados de la ciudad. Pero, en 1570, tuvo que ser derribado, con perdón, por culpa de una mujer caprichosa.

Ruinas del abside de La Almudena
Ruinas del abside de La Almudena

Madrid ya era capital de las Españas y se celebraba el cuarto matrimonio del Rey Felipe II con Ana de Austria. Como se haría tradición, todos los reyes (y las futuras reinas) debían hacer su entrada triunfal a Madrid por el mismo itinerario: Calle de Alcalá, Puerta del Sol, Calle Mayor, La Almudena y El Alcázar. Esto hacia inevitable el paso por el Arco de Santa María. Como quiera que la futura reina era “muy austriaca” (al estilo de Sisi Emperatriz), trajo un exuberante carruaje cargado hasta los topes de joyas, vestidos y demás accesorios. Y al llegar al arco, como era de esperar, no cupo por aquel espacio.

Ante esto, los ministros de Felipe II plantearon dos soluciones: que el carruaje con la Reina tomara una ruta alternativa para llegar a Palacio o que la futura Reina se apease del carruaje y cruzara a pie el Arco. La primera opción iba contra el protocolo, la historia y el honor del propio Rey. La segunda ofendía a Doña Ana, la cual lanzó un órdago: “o tiráis el arco y paso subida en mi carruaje o me vuelvo a Viena”. Y efectivamente, se tiró el arco.

Valga para despedirnos este popular refrán, que viene al caso de nuestra última historia: “tiran más dos tetas que dos carretas”. Y vaya si fue así.

Post redactado por Álvaro Llorente para Espacio Madrid.
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