Es exagerado decir que Madrid no existiría sin Antonio Palacios; pero, sin duda, Madrid no sería cómo la conocemos sin la enorme contribución de este excelente arquitecto. Cambió por completo la morfología de nuestra ciudad con edificios tan emblemáticos como el Círculo de Bellas Artes, el Palacio de Telecomunicaciones o el actual Instituto Cervantes, y realizó obras tan conocidas para los madrileños de hoy como la Casa Matesanz, la Casa Palazuelo, el Hospital de Maudes o las Escuelas Icade.
Pero, aparte de esto, intervino en la construcción de otros 30 edificios, influyó directa o indirectamente sobre las siguientes generaciones de arquitectos, realizó varios proyectos de reforma urbanística sobre la ciudad de Madrid, y quizá lo más interesante, se encargó de todas las primeras infraestructuras del Metro de Madrid, lo que dio el espaldarazo de modernidad a nuestra ciudad.
UN GRAN ARQUITECTO NO SE HACE, NACE
Este es uno de los casos en los que se puede decir aquello de “de casta le viene al galgo”, pero en Antonio Palacios influyeron muchos más factores además del paterno a la hora de llegar a ser tan importante como arquitecto. Para empezar diremos que su padre trabajaba para Obras Públicas realizando infraestructuras técnicas como puentes, canales, vías eléctricas… Aunque nacido en Madrid, pronto le destinaron a trabajar en la frontera norte entre Portugal y España, para enlazar conexiones de ambos países. Y, lógicamente, de vez en cuando se internaba en Galicia; y en un pueblo de Pontevedra llamado Porriño conoció a la que sería su mujer, y debido a ello nació allí nuestro protagonista, Antonio Palacios Ramilo, en 1874.
Cuando aún Antonio era muy niño, su padre fue destinado a realizar vías férreas por el territorio fronterizo, y toda la familia marchó con él. Así pues, se puede decir que Antonio Palacios vivió su infancia en vagones de tren y que sus “juguetes” eran los materiales y herramientas de trabajo de su padre, además de mapas y planos. Por tanto, desde muy pequeño se familiarizó con estructuras, masas, pesos, medidas, fuerzas, empujes y otros términos similares. Y a esto se debe sumar que la familia de su madre tenía canteras de granito en su pueblo natal, Porriño, y Antonio conoció también desde muy joven lo que era la estereotomía de la piedra, esto es, cómo trabajar los distintos materiales, qué condiciones tienen, cómo se fragmentan o alteran, cuánto peso sostienen, cómo se pueden combinar con otros, etc.
TANDEM PERFECTO CON JOAQUIN OTAMENDI
Después de completar los estudios elementales en Galicia, se traslada a Madrid con su familia paterna para continuar su instrucción estudiando primero ingeniería (paso obligado en la época para cualquier carrera técnica) y después arquitectura. Tras estos 8 años de estudios lo que se llevó fue una formación y unos conocimientos tremendos, y sobretodo un amigo para toda la vida y el mejor socio para mucho tiempo, Joaquín Otamendi. Con este realizó todas las primeras obras importantes de su vida como arquitecto: el Palacio de Telecomunicaciones, el Palacio de las Cariátides, el Hospital de Maudes…
Al poco tiempo de acabar la carrera, ambos arquitectos deciden unir esfuerzos y empiezan a realizar obras de menor calado como reconstrucciones de viviendas o construcción de edificios menores en diferentes provincias españolas. Y apenas sin bagaje ni experiencia, se lanzan al ruedo de Madrid y presentan proyectos para construir nada más y nada menos que el Casino de Madrid y el Palacio de Telecomunicaciones, ahí es nada.
En cuanto al Casino, quedaron finalistas, y el proyecto finalmente se realizó (tras un turbio incidente con el proyecto ganador) como una fusión de los realizados por los finalistas, del cual muchas fuentes apuntan la gran preponderancia del presentado por Palacios y Otamendi. En cuanto al Palacio de Telecomunicaciones, los dos jóvenes arquitectos se impusieron a un elenco de maestros constructores que habían presentado numerosas propuestas, entre los que cabe citar a Joaquín Saldaña o Felipe Mario López Blanco. Esta, sin duda, sería la obra que marcaría la carrera de Antonio Palacios y lo catapultaría como el mejor arquitecto de su tiempo.
NUESTRA SEÑORA DE LAS TELECOMUNICACIONES
Como se acaba de señalar, el proyecto de Palacios y Otamendi se impuso a sus duros competidores gracias a que se adaptaba perfectamente a las necesidades requeridas, e incluso anticipaba posibles funcionalidades que fueran a necesitarse en un futuro: “patio de batalla” para el reparto de las sacas de correo que llegaban a espuertas al edificio, conexión entre las dos calles aledañas mediante un pasaje interior (actual galería de cristales), espacio diáfano en plantas inferiores para atención al público y cubierto en las superiores para despachos, zona de acceso para camiones para la descarga de las sacas…
Debe comentarse que quizás no era el diseño más elegante pero sin duda el más práctico y funcional. Y también, por qué no decirlo, el más barato, ya que no utiliza apenas ni mármoles, ni piedra caliza, ni grandes ostentaciones; básicamente se trata de un armazón de placas de acero con remaches (parecido al utilizado por el Titanic en las mismas fechas) y una cubierta de piedra artificial (mezcla de cemento, polvo de caliza y otros materiales en menor medida). Así consigue aligerar gastos, pero también aligerar en mucho el peso de la estructura y colocar gran cantidad de apliques en la fachada, diseñados y dibujados por el propio Antonio Palacios, lo que le da mucho más carácter al edificio: frontones, medallones, escudos huecos, cabezas egipcias, griegas e indias, leones, una victoria alada, molduras, ménsulas…
Y en cuanto a su estilo, se ha definido como un edificio ecléctico, que quizás sea su más vaga definición, porque solo se refiere a su carácter de mezcla de estilos; pero va mucho más allá. Para mí se definiría mejor con dos términos: monumentalista y neomedievalista. Lo primero define su estructura de mole arquitectónica, una fortaleza que se incrusta en el tejido urbano de la ciudad. Pero su altura fue más una necesidad que un delirio de grandeza: al ser Palacio de Telecomunicaciones, su función sería no solo Correos, sino también Teléfonos y Telégrafos, para lo cual se necesitaba que tuviera la torre más elevada de toda la ciudad. Esa es la razón del gran torreón que campea la fachada y que actualmente se utiliza como mirador. Las torres laterales, a menor escala, solo reproducen de forma similar la estructura del torreón central y así liberan en cierto sentido la mirada del eje principal, repartiendo atenciones del observador.
Y referente al segundo término, solo al mirar por primera vez el edificio ya te das cuenta de a lo que se refiere: nos recuerda, como otros edificios de Palacios (y en especial el Hospital de Maudes), a un castillo o fortaleza medieval, con sus torres, sus escudos y estandartes y sus almenas. Por otro lado, en su época, recordaba a una catedral gótica por sus dimensiones, espectacularidad, planta interior, vidrieras y elevación de techos, y de ahí el sobrenombre que le pusieron los madrileños: “Nuestra Señora de las Telecomunicaciones”. Sin duda un alarde constructivo que no tiene parangón en nuestra Villa, posiblemente el edificio más representativo de Madrid, y con justicia por ello es el actual Ayuntamiento de la Ciudad (dejando a un lado las motivaciones políticas y de otra índole que llevaron a esta decisión).
Fotografías cedidas por Jennifer Tineo, asidua participante de las rutas de Álvaro Llorente.
Si te ha gustado este post y las historias, curiosidades y anécdotas que en él se describen, podrás vivirlas en primera persona, a través de las rutas guiadas que Álvaro Llorente realiza por la ciudad de Madrid. Puedes apuntarte a ellas en allorente84@hotmail.es.
Experto en Historia de Madrid, guía turístico con 8 años de experiencia y amplios conocimientos de Arte e Historia. Recorre Madrid con él y descubre nuestra ciudad de una forma diferente. Puedes contactarle en su mail: allorente84@hotmail.es y ampliar más información sobre sus rutas y cursos que realiza en http://www.madridenlapalmadetumano.com/conocer-madrid.html.
Comentado