Madrid Curioso, Monumentos, Rincones — 15 abril, 2020 at 15:43

Madrid de Puente a Puente: Puente de San Fernando y Puente de la Culebra

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PUENTE DE SAN FERNANDO: UN RATITO EN BICI, OTRO POCO A PIE Y OTRO POCO CAMINANDO

Es hora de hablar de los Puentes poco conocidos pero sin duda muy interesantes.

Retomamos nuestro viaje anterior, justo donde lo dejamos, en el Río Manzanares. Pero debemos remontarnos unos kilómetros río arriba, en dirección hacia su nacimiento. Y justo en la intersección de la actual M30 con la también actual A6, podemos contemplar, a escasos 500 metros de la famosa Puerta de Hierro, el menos conocido Puente de San Fernando. De hecho, ambas construcciones son casi contemporáneas, solo les separan apenas 5 años. Y ambas tienen que ver con la iniciativa del monarca Fernando VI y su interés por dos terrenos de su pertenencia: la Casa de Campo y el Monte del Pardo. Como ya muchos sabréis, la Puerta de Hierro no era de entrada a la ciudad de Madrid, sino de acceso a la Casa de Campo. Y el puente del que hoy hablamos se encontraba en la unión de los Caminos de Castilla y del Pardo (las actuales carreteras antes señaladas).

Puente de San Fernando. Foto de Erreka

Es cierto que por estos lares ya existió otro puente bastante más antiguo y con varias reediciones, el llamado Puente Verde. Al menos desde el siglo XVI hay constancia de un puente realizado con tableros de madera y que se pintaba de verde para armonizar con el entorno. Tiempo después, ya entrado el siglo XVIII, se decidió realizar un Puente de piedra en este lugar, edificado por nuestro bien conocido Pedro de Ribera. Y el Puente Verde se volvió a construir pero ya casi llegando a la ciudad, exactamente donde hoy se encuentra el Puente de la Reina Victoria. Ya dijimos en el artículo anterior que el Manzanares tuvo épocas de tremendas riadas, y varias de ellas, entre 1739 y 1740, dieron al traste con la construcción de nuestro afamado arquitecto.

Así pues, se presentaron varios proyectos para la construcción de un nuevo puente en este lugar, de los cuales salió ganador el de Jaime Bort, quien finalmente concluiría la obra allá por 1750. Y como ya estamos en el reinado de Fernando VI, qué mejor que llamarle “Puente de San Fernando”, en honor a Fernando III el Santo, tocayo de nuestro monarca borbónico. De hecho, aun campean en el centro del puente, sobre ambos muretes, dos estatuas realizadas en aquel momento: una dedicada a San Fernando y otra Santa Bárbara, tocaya de la esposa de nuestro Fernando VI, doña Bárbara de Braganza. Por tanto, mientras se hacía un homenaje a los dos Santos, se asociaban sus buenas virtudes a las figuras del matrimonio regio de la época; todo quedaba en casa.

Este puente, es bastante poco conocido. Y esto se debe a que, aunque está cercado por dos de las más importantes vías de comunicación de nuestra ciudad, no es accesible por ninguna de ellas. Y de hecho, queda embutido de tal manera que no es fácil observarlo entre este nudo de carreteras que se forma en este lugar. Sin embargo, si sois aficionados a la bicicleta, seguro que en alguna ocasión habéis realizado el reto de recorrer todo el anillo verde ciclista de la capital. En ese caso, y por narices, habéis pasado por este puente, punto obligado de esta ruta.

PUENTE DE LA CULEBRA

El barroco zigzagueante al servicio de nuestro mejor Alcalde.

Ahora volemos nuevamente con nuestra imaginación a otro punto completamente diferente de nuestra ciudad. Aterrizamos en el interior de la Casa de Campo, a escasos 200 metros de la puerta del Zarzón, salida del parque por la Colonia de los Ángeles, a apenas 10 minutos andando del metro Colonia Jardín. Por estos entornos discurre el Arroyo Meaques, uno de los dos destacados cursos de agua que pasean por la Casa de Campo, y que desemboca en el río Manzanares muy cerca del Lago de la Casa de Campo (por cierto, desemboca en forma de tubería subterránea tras una riada terrible que en 1995 inundó la m30). Pues bien, pasa salvar este arroyito se construyó uno de los puentes más imaginativos de la ciudad, con trazado tan sinuoso y serpenteante que no podía menos que llamarse “Puente de la Culebra”.

Puente de la Culebra. Foto de Edescas

Pongamos su construcción en contexto. Empecemos diciendo que la Casa de Campo, como de todos es conocido, fue terreno exclusivo de nuestros Reyes desde tiempos de Felipe II, mediado el siglo XVI. Había pasado por épocas de esplendor (tiempos del propio Felipe II y su hijo Felipe III) y otras de abandono (tiempos de Felipe IV, Carlos II y Felipe V). Pero volvía a concitar el interés de los monarcas ya a mediados del siglo XVIII, aunque con otras intenciones diferentes: no se trataba de usarlo como lugar palaciego, cultural o artístico; su uso era fundamentalmente para las habilidades de caza de Fernando VI, Carlos III y Carlos IV.

Carlos III, como ya quedó dicho en algún otro artículo, era un rey muy culto e inteligente, pero sobretodo práctico. Y se dio cuenta que si introducía fauna propia para poder divertirse apuntando y disparando (faisanes, conejos, pichones, zorros…), debía restringir por completo el acceso a estos terrenos. Y para ello echó mano de su arquitecto de cabecera, Francisco Sabatini. Él fue quien construyó las tapias que bordeaban toda la posesión, de las cuales apenas quedan un par de tramos originales. Y, a su vez, por los lugares donde penetraban los arroyos a la posesión, mandó construir (también realizadas por Sabatini) unas rejas para que dejaran pasar el líquido elemento pero vedar la entrada a los cazadores furtivos; aún se conservan las Rejas del Zarzón y las de Antequina como muestra de ello.

Pero, lógicamente, para mantener el espacio como el mayor cazadero real de Europa, debía alentarse el crecimiento de la naturaleza silvestre, con parte de ayuda suministrada por el hombre a base de riegos controlados. Así pues, Carlos III mandó construir (y nuevamente Sabatini realizó) canalizaciones, acueductos y demás conducciones de agua necesarias para tal faena; hagamos referencia a que aún existen varias de ellas, y una de las mejor conservadas y accesibles, en la entrada desde Príncipe Pío por el Puente del Rey continuando el camino recto hacia el Lago, justo en el cruce con la carretera queda a mano izquierda.

Puente del Rey
Puente del Rey

Y dentro de todo este sistema acuático, también tenían protagonismo esencial los cinco puentes que mismo Rey y mismo Arquitecto mandaron construir y realizaron respectivamente, para salvar el curso del Arroyo Meaques. De estos cinco, solo quedan tres en la actualidad: el del Álamo Negro, el de la Agachadiza, y el que hoy nos ocupa, el de la Culebra. Si bien, recibió otro nombre también en aquella época, el puente “Estrecho”, debido a que como la casa de Campo era de su uso exclusivo de Su Majestad, no iba a cruzarse con nadie cuando recorriera el puente; por ello es tan estrecho que solo ocupa la dimensión por la que pasaría un carro.

El puente en si fue construido, como ya queda dicho, por Francisco Sabatini, alrededor de 1782. El entorno en aquella época podemos adivinar que sería más idílico que el actual, pero a pesar de ello, la zona actual acompaña bastante bien la estética de la construcción. Poco antes de este puente se puede apreciar un bonito lago, formado como consecuencia del ensanchamiento artificial del Arroyo en este tramo. Y a pocos pasos podemos observar la fuente más antigua del parque, la Fuente del Zarzón, de finales del siglo XIX. Volviendo al puente diremos que fue construido en ladrillo pero revestido elegantemente en piedra, que podemos observar tanto en el empedrado del suelo como en las estructuras del pretil realizadas en granito. Estas estructuras, rematadas por unos curiosos pináculos o penachos barroquizantes, asemejan dos serpientes o culebras que estuvieran paseando alegremente con su cadencioso zigzag por cada uno de los bordes del puente.

Sin duda, Sabatini siempre se había destacado por una arquitectura más austera, racional y de uso funcional y militar a lo largo de su carrera. Pero este puente, junto a las decoraciones y ornatos de la Puerta de Alcalá, son muestra de su imaginación, calidad y estilo. Aunque en los inicios ya del Neoclasicismo en España, aún quedaban reminiscencias barrocas, y como una de las mejores muestras nos queda este precioso y curioso puente.

Post redactado por Álvaro Llorente para Espacio Madrid.
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