Madrid Curioso, Monumentos, Rincones — 23 abril, 2020 at 2:44

Madrid de Puente a Puente: un puente para un «rey» y un puente para una «reina»

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Seguimos con nuestra intención de que conozcáis los puentes más interesantes de Madrid y las historias que guardan, así que os traemos una nueva entrega!!

EL PUENTE DEL REY… QUE SE DESBORDÓ POR UNA MARABUNTA DE REPUBLICANOS

En las cercanías de la Estación de Príncipe Pío, en pleno Madrid Río, saltando suavemente el Río Manzanares por la zona Oeste de la Ciudad y a escasos metros de la salida hacia Extremadura (antiguamente la Nacional V pasaba por allí mismo), podemos encontrar el famoso Puente del Rey, que fue construido mucho antes que todas estas referencias que os he mencionado fueran siquiera soñadas. Lo que si existía era la Casa de Campo, que como ya se ha dicho en muchas ocasiones, era una posesión de la monarquía. Y precisamente para que los Reyes pudieran conectar su espléndido Palacio (antes Alcázar) con su más preciada posesión de caza se construyó este puente.

Puente del Rey
Puente del Rey

De hecho, si nos fijamos con detenimiento, podemos trazar una línea recta muy claramente definida de la siguiente manera: desde la fachada occidental del Palacio Real, atravesamos el Campo del Moro por su paseo central, hasta llegar a la entrada del mismo parque; por debajo de las escaleras de dicha entrada se encuentra el inicio de una gruta que atraviesa de forma subterránea el Paseo de la Virgen del Puerto; a su salida nos hallamos de frente con el Puente del Rey, continuamos por la Puerta del Rey y entramos en la Casa de Campo. O dicho de otra manera: desde la Casa de Campo la panorámica es espectacular y tiene los siguientes puntos distinguibles: Puerta del Rey, Puente del Rey, Túnel de Bonaparte, Campo del Moro y Palacio Real.

Como se deriva del anterior párrafo, la construcción del Puente del Rey se inserta dentro de un proyecto más ambicioso, que incluía también el Túnel de Bonaparte y la Puerta Real de entrada a la Casa de Campo. Este túnel recibe su denominación del hermano de Napoleón, José Bonaparte (para nosotros José I), que decidió construirse un túnel según cuentan las malas lenguas para poder escapar rápidamente de palacio si sus súbditos volvían a intentar rebelarse, como ya sucediese el 2 de mayo de 1808. Realmente ordenó a Juan de Villanueva (por eso también se la conoce como Gruta de Villanueva) su construcción para poder visitar la Casa de Campo y el Palacio de los Vargas con mayor facilidad y rapidez, cuando sus quehaceres políticos se lo permitían. Y aunque él nunca escapó por este túnel, si fue utilizado por Alfonso XIII un día antes de que se proclamase la Segunda República.

Entrada a la Casa de Campo
Entrada a la Casa de Campo

Pues bien, a la salida de este Túnel aún faltaba un obstáculo que salvar para llegar a la Casa de Campo, esto es, nuestro Río Manzanares. Y para ello no hubo más remedio que construir primero puentes o pasarelas provisionales (de madera) y finalmente un puente como Dios manda. Y como por este puente solo pasaría el Rey (Fernando VII era muy dado a construir cosas para él solo) pues se le llamó Puente del Rey. Con certeza no se sabe quién lo realizó, aunque se cita a Isidro González Velázquez o a Silvestre Pérez como los candidatos más firmes, los dos discípulos de Juan de Villanueva. Y su construcción dataría de 1815 o 1816. Pero la historia más curiosa tuvo lugar más de 100 años después.

El día 14 de abril de 1931, mientras Alfonso XIII continuaba su periplo hacia el exilio, se proclamaba la Segunda República en España. Y esto tuvo una repercusión añadida en nuestra ciudad: todas las posesiones de la monarquía pasaban a ser del Estado, y con ellas la Casa de Campo. Poco después, una de las primeras medidas del Gobierno Provisional fue ceder la Casa de Campo a la ciudad de Madrid, pero no se hizo efectiva con la apertura al público hasta el día 1 de mayo de aquel mismo año, el Día de los Trabajadores. Como consecuencia, aquel mismo día festivo, masas ingentes de madrileños se dirigieron hacia este nuevo parque público en tropel y el acceso más evidente era por el Puente del Rey. Este puente, en ese momento media menos de 5 metros de ancho (5 veces menos que en la actualidad). Y se calcula que entraron a la Casa de Campo casi un tercio de la población de Madrid (unas 300.000 personas). Así que imaginaos la escena. Las crónicas cuentan que la gente tenía que arrojarse al río porque no podían pasar por el puente o caían precipitados al agua ante la avalancha de esta masa obrera tan excitada de tomar posesión de un terreno hasta entonces vedado para ellos.

Por suerte, y con mucho acierto, pocos años después, las autoridades republicanas decidieron ampliar su anchura hasta los 25 metros actuales. Y de hecho, hasta no hace demasiado tiempo la estampa frecuente era el paso de vehículos. Pero, de nuevo por suerte para los que paseamos por estos entornos, hace unos años se decidió soterrar la salida desde la Cuesta de San Vicente hacia la carretera de Extremadura y la Avenida de Portugal, con lo cual quedó totalmente peatonal y acondicionada al entorno de Madrid Río donde se inserta.

UNA BELLA PASARELA PARA UNA DESPECHADA DAMISELA

Si continuamos río arriba desde el último puente que hemos explicado, en menos de un kilómetro (unos 10 minutos a pie) llegaremos a otro bonito puente que nos regala el Río Manzanares a su paso: el Puente de la Reina Victoria. Este, guarda clara relación con las ermitas de San Antonio de la Florida, ya que cuando solo existía la Ermita original y los terrenos pertenecían a la monarquía (Finca de La Florida), era cruzado un “Puente Verde” por parte de las lavanderas reales para acceder a sus lugares de faena en la otra vertiente del río. Este puente verde fue destruido con el paso de los años y en 1907 se decidió la construcción del actual, que curiosamente fue inaugurado el 13 de junio de 1909, día de San Antonio, como no podía ser de otra manera.

Puente de la Reina Victoria. Foto de Maria Jesus Perez Moreno

El puente en si es una preciosidad, quizá uno de los más elegantes de todo Madrid, con toques claramente afrancesados y modernistas. Pero no solo lo digo yo. El día de la inauguración un cronista escribió: «El puente a más de su solidez, confirmada por los técnicos, es artísticamente muy bonito». De la solidez se encargaron tanto el ingeniero José Eugenio Ribera como el arquitecto Julio Martínez-Zapata, realizando uno de los primeros puentes de hormigón armado de España. Por cierto, el precioso Puente María Cristina en San Sebastián también es obra conjunta suya. Y como prueba de su buena construcción queda el dato de que el ministerio de Fomento lo tomó como modelo para la realización de muchos otros puentes en todo el territorio nacional en los años sucesivos.

Y en cuanto a las decoraciones y ornamentación del mismo, debemos el mérito a la Fundición Iglesias, que realizó un soberbio trabajo tanto en barandillas y pretiles como en pináculos y farolas. A lo largo de toda la baranda que sustenta el puente puede apreciarse claramente la letra V de forma seriada, en honor a la reina Victoria. Y en alternancia por encima de esta baranda encontramos una especie de urnas cinerarias o floreros, y unos osos que sustentan escudos (posiblemente con la representación de la flor del madroño). Y todo ello engalanado también de forma seriada con la flor de lis. Así pues, otra vez la monarquía como promotora y benefactora de las principales construcciones de la ciudad de Madrid.

Foto de Maria Jesus Perez Moreno

Y es que así era como quería que la vieran los madrileños (y el resto de los españoles) a la pobre de Ena de Battenberg. Se cambió de país (era originaria de Escocia) y de religión (era anglicana) por amor. E incluso tomó solo el nombre de Victoria Eugenia (por sus dos abuelas, la reina Victoria de Inglaterra y Eugenia de Montijo) para casarse con nuestro Alfonso XIII. Pero el pueblo nunca perdonó sus problemas de descendencia: su primer hijo nació hemofílico, el segundo sordomudo, el cuarto nació muerto directamente, y el séptimo nuevamente hemofílico. Aunque era una mujer guapísima, según la rumorología su esposo a menudo prefería la compañía de otras damas. Y de hecho se cuenta que en cada ocasión que engañaba a su esposa, el Rey le regalaba a la Reina una joya. No sabemos si es cierto o no, pero lo que no tiene duda es que fue una de las mujeres de la realeza de su tiempo con mayor cantidad de joyas…

A pesar del desprecio de muchos de sus súbditos, ella se esforzó mucho por congraciarse con la población, mostrando interés por numerosas causas benéficas e instituciones sociales. De hecho, su relación con Madrid es interesante: desde el lugar de su boda, la Iglesia de los Jerónimos, para la cual mandó construir su escalinata de gala; pasando por el paseo de su nombre y el dispensario de la Cruz Roja que ayudó a crear; o dejando como dato que volvió a España muchos años después de su exilio para acudir al bautizo de su bisnieto (nuestro actual Felipe VI), de la cual fue madrina, y se alojó en el Palacio de los Duques de Alba. Y como muestra también de su amor y cariño hacia Madrid nos queda este precioso puente, con el que de paso recordamos su historia.

Post redactado por Álvaro Llorente para Espacio Madrid.
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