Museos, Ocio — 14 enero, 2011 at 17:29

JEAN-LÉON GÉRÔME – Del 15 de febrero al 22 de mayo en el Museo Thyssen

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El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta desde mediados de febrero la exposición Jean-Léon Gérôme (1824-1904), fruto de un ambicioso proyecto conjunto con el J. Paul Getty Museum y el Musée d’Orsay, y que supone la primera gran muestra monográfica dedicada al pintor y escultor francés desde la celebrada hace treinta años en Estados Unidos, así como su presentación en España por primera vez. La cuidada selección de óleos y esculturas que podrá verse en Madrid es una versión reducida de la gran retrospectiva mostrada en los Ángeles y en París sucesivamente a lo largo de 2010. En las salas del Museo Thyssen-Bornemisza se reunirán cerca de 60 obras, entre las que se encuentran algunos de sus trabajos más emblemáticos y sobresalientes, abarcando todos los aspectos de su larga y prolífica trayectoria artística.

Fundamentado en las investigaciones historiográficas y catalogaciones de su obra realizadas en los últimos años, este proyecto pretende dar a conocer y analizar el arte de Gérôme desde un nuevo enfoque, no sólo como la obra de uno de los pintores más emblemáticos del academicismo francés, sino como la de uno de los grandes creadores de imágenes del siglo XIX, revisando el lugar que ocupa en la pintura francesa de la época. Bajo este nuevo prisma la exposición explorará el concepto teatralizado de su pintura de historia, su compleja relación con Oriente, el uso de la policromía en sus esculturas, la vinculación con las referencias arqueológicas, su combativa postura contra el anti-academicismo de finales del XIX o el singular destino americano de buena
parte de su producción. En el catálogo se analizará también su particular gramática visual que le lleva a veces a la obsesión ilusionista, y su relación con las artes visuales, la estampa, la fotografía e incluso el cine, entonces incipiente.

Gérôme fue uno de los pintores más célebres de su época, aunque fue también objeto de críticas y polémicas a lo largo de toda su carrera. Su popularidad fue en buena medida fruto de su preocupación por la difusión de sus obras, que traspasó las fronteras de Francia y llegó incluso a los
Estados Unidos donde, desde la década de 1870, fue uno de los artistas más admirados y coleccionados. Gérôme se familiarizó muy pronto con la nueva creación fotográfica y, como la mayoría de artistas del momento, recurrió a fotografías para componer algunos de sus cuadros y, sobre todo, aprendió a aprovechar este nuevo medio para “vender” su obra. A petición de su marchante y editor, Adolphe Goupil -que más adelante se convertiría en su suegro-, desde 1859 Gérome empezó a utilizar reproducciones fotográficas y estampas para divulgar sus trabajos y supo adaptar su obra a la política editorial llevada a cabo por Goupil, combinando hábilmente los temas anecdóticos que garantizaban su éxito popular con una composición pensada para su adaptación al formato más reducido del grabado o del revelado fotográfico. Aún con los reproches por parte de la crítica artística del momento, Gérôme logra crear así imágenes impactantes que marcan la memoria del espectador.

De perfecta factura, con una absoluta precisión del dibujo y maestría en el uso de los pigmentos, a pesar de la apariencia academicista en sus temas y composiciones, su obra mantiene con la modernidad una relación más compleja de lo que parece y es en este aspecto donde los análisis historiográficos más recientes se han centrado para la revaloración de su figura y de su arte. Convivían en él simultáneamente la ambición romántica de reproducir los temas de la Antigüedad clásica, de Oriente o de la historia de Francia, con el impulso racionalista de dar una información veraz, imponiendo incluso ese fin a la exigencia de que la escena fuera inteligible o infringiendo las reglas académicas. En este sentido, destaca el modo en que utiliza la imagen fotográfica para la elaboración de figuras, escenas o paisajes, su afán por ofrecer algo genuino y preciso, basándose rigurosamente en las investigaciones científicas y arqueológicas de su época, su novedosa concepción de la escenografía, adelantándose en el tiempo e inspirando directamente escenas de las grandes producciones cinematográficas de temática histórica, sobre todo las basadas en la Roma clásica de realizadores como Cecil B. DeMille o Mervyn LeRoy, entre otros muchos.

Sin duda, la gran difusión de la obra de Gérôme en Estados Unidos tuvo una gran incidencia en esta fuente de inspiración para el gran cine de Hollywood. Esta doble identidad de su obra, a la vez científica y popular, es lo que la hace tan valiosa hoy en día para los historiadores del arte y el público en general.

Gérôme, heredero de Ingres y de Delaroche

Los neo-griegos Jean-Léon Gérôme (1824-1904) ingresa a los dieciséis años de edad en el taller de Paul Delaroche, un estudio muy popular y frecuentado por muchos jóvenes artistas, entre ellos el fotógrafo Gustave Le Gray al que le unirá desde entonces una gran amistad. El joven Gérôme se sitúa también muy pronto bajo la influencia directa de Jean-Dominique Ingres quien, junto a Delaroche, fueron los grandes defensores de la tradición academicista en la que se enmarca el arte de Gérôme en esta primera etapa de su carera, en la que cultiva tanto el género de la pintura histórica como el retrato. Con el cuadro Pelea de gallos que presenta en el Salón de 1847, logra un gran éxito, se revela como un nuevo talento para el público, empieza a recibir sus primeros encargos oficiales y es proclamado jefe de filas de una nueva escuela, los neogriegos.
El interés por la Antigüedad, renovado por un deseo de plasmar la veracidad arqueológica, se convierte en pretexto para representaciones costumbristas,
agradables y sentimentales, que ponen en escena una Antigüedad humanizada e intimista, casi trivial, y con un estilo a veces arcaizante.

Orientalismo

Gérôme abandona pronto el estilo neo-griego pero su interés por representar algo verídico se extenderá a lo largo de toda su producción. El realismo de la anécdota y el afán por el detalle serán dos de las características principales de su arte, tanto en sus pinturas de temática oriental como en los grandes temas de historia; en los dos casos se evidencia también la misma preocupación por la teatralización. Ya sean escenas de carácter costumbrista, paisajes o personajes, en este grupo de obras el artista muestra una profunda fidelidad en la reconstrucción de los lugares y ambientes, así como un interés en la representación de lo pintoresco en arquitecturas o en indumentarias exóticas. El asunto representado ya no es el Oriente imaginado de la generación
anterior; perfectamente documentada, su obra orientalista se nutre de los bocetos realizados durante sus numerosos viajes por Oriente Próximo, sobre todo a Egipto y Asia Menor, así como de las fotografías tomadas in situ por sus compañeros de viaje.

Gérôme y la historia

El núcleo central de la exposición lo constituye una magnífica representación de su pintura de historia, incluyendo los grandes temas que centraron su
atención: la Roma antigua, las escenas napoleónicas y las del reinado de Luis XIV. En todos ellos la originalidad de Gérôme reside en el rechazo al “gran tema” y al papel edificador tradicionalmente asociado a este tipo de obras.
Prefiere representar en sus cuadros de historia no el momento culminante de un hecho histórico sino la anécdota, y lo hace escogiendo para inmortalizar
en sus lienzos la escena inmediatamente anterior o posterior; de esta forma les confiere también un carácter marcadamente narrativo, enfatizado por el sentido teatral de la composición y una concepción de la escena prácticamente cinematográfica. Sus eruditas representaciones de la civilización romana y el culto por el detalle arqueológicamente exacto han servido de referencia para realizaciones cinematográficas del género: óleos como La muerte de César (1867) o Pollice Verso (1872) muestran escenas con un paralelismo evidente en cintas emblemáticas como Quo Vadis de Mervyn LeRoy (1951) o Ben-Hur
de William Wyler (1959).

Fantasías y El artista en el taller. Escultura policromada

La carrera de Gérôme como escultor comienza en 1878, en el marco de la Exposición Universal. Considerado en ese momento por la crítica como el modelo del academicismo, el artista sin embargo no duda en defender lo contrario del dogma en cuanto al uso de la policromía en la escultura moderna -expresada en su cuadro-manifiesto Sculpturae vitam insufflat pictura-, y se sitúa en el centro de los debates de la época. Siguiendo el ejemplo de la Antigüedad clásica, Gérôme da color a sus obras en mármol, con una técnica que mezcla cera y pigmentos. El afán por el detalle y por la verdad arqueológica alcanza
en su obra escultórica y pictórica de esos años el ilusionismo y el trampantojo llevados casi hasta la obsesión. Una de sus esculturas pintadas más famosas, Tanagra (1890), nos muestra también su gusto por la “auto-cita”, en un juego de espejos entre la obra esculpida y la obra pintada. Al final de su vida, la representación del escultor trabajando en su taller se convertirá en tema recurrente de numerosos trabajos, muchos de ellos autorretratos.

FICHA DE LA EXPOSICIÓN

Título: Jean-Léon Gérôme (1824-1904)
Fechas: Del 15 de febrero al 22 de mayo de 2011
Organiza: J. Paul Getty Museum (Los Ángeles), Musée d’Orsay (París) y Museo Thyssen-Bornemisza (Madrid)
Número de obras: 57

INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE

Dirección: Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado 8, 28014 Madrid.
Lugar: Sótano primero, Palacio de Villahermosa
Horario: de martes a domingo de 10.00 a 19.00 horas. La taquilla cierra a las 18:30h.
Tarifas:
– Entrada exposición: general 7 €; reducida (mayores de 65 años, pensionistas, estudiantes previa acreditación y grupos familiares formados por al menos un adulto y tres descendientes -o dos, si uno de ellos tiene alguna discapacidad-, incluidos en el mismo título de familia numerosa) 4,5 €.
– Entrada combinada (Colección Permanente + exposición): general 12 €, reducida 7 €.
– Entrada gratuita: menores de 12 años y ciudadanos en situación legal de desempleo.

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